Si en mi primer artículo de este blog recién inaugurado me remontaba nada menos que a la mitología griega para daros la bienvenida, hoy por desgracia no tengo más remedio que hablar de una realidad muy terrenal y del todo desagradable.
Tal vez por ser viernes y encontrarnos todos ya inmersos en el fin de semana ha vuelto a mi cabeza la triste noticia que nos conmocionó a muchos el pasado lunes cuando conocimos los hechos. Me estoy refiriendo a la trágica muerte de un camarero de un popular bar de la zona de fiesta de Burgos que fue agredido en la madrugada del domingo por negarse a dar un cigarro a un grupo de jóvenes. A sus veinticinco años deja además huérfano a un niño de corta edad.
La noticia no hubiera alcanzado tanta trascendencia sino fuera porque hace poco más de seis meses otro joven murió asesinado en esta misma zona; razón más que suficiente para que los medios de comunicación tiren de estadística, expongan los peligros de la noche y se planteen si Burgos es una ciudad insegura. Esto mismo sucede cuando se abordan aspectos vinculados a la juventud y el mundo de la noche como son la fiesta, el alcohol, las drogas, la violencia… todos los medios encuentran en estos temas tan recurrentes un filón para llenar horas de programación, principal y sospechosamente, siempre en puertas del fin de semana para alarma y preocupación de esas madres que sienten cómo sus hijos salen con sus amigos a un futuro incierto.
Quiero dejar claro ante todo que Burgos es una ciudad tranquila y que sí es cierto, tal y como dice el alcalde Juan Carlos Aparicio, que en cualquier comparativa con otras ciudades sobre seguridad, los números están de nuestro lado. Pero dentro de este comprensible mensaje de tranquilidad, considero que fueron precipitadas las insinuaciones referidas a que la causa del fallecimiento fuera fruto de un accidente tras golpearse en la cabeza (casi dando por descartada la agresión) sin estar cerrada la investigación policial, que por cierto ya cuenta con cinco detenciones, y con el registro de llamadas al 112 donde se informaba de los incidentes. Es esa premura que a veces asalta a los políticos buscando pasar página para trasmitir el sempiterno mensaje de que todo está bien.
Mi reflexión está puesta en los cuerpos de seguridad. No pretendo decir que tal vez hubiese podido evitarse con más vigilancia o controles porque al final los sucesos protagonizados por estos vándalos no son fácilmente controlables, pero sí plantearme qué tipo de vigilancia o protección existe en las calles en estas zonas de fiesta donde tanta gente nos congregamos los fines de semana.
Durante la noche vemos distintos coches de policía patrullando especialmente en dos momentos de la noche: las 2,30h y las 4,00h de la madrugada. Esto no es casual. Se trata de las horas de cierre de los locales en función del tipo de licencia administrativa con la que cuenten. En esas franjas horarias los efectivos de la policía se apostan frente a los bares para controlar su cierre e imponer, si se tercia, alguna jugosa sanción a los propietarios. Y hasta aquí todo correcto porque cumplen con su deber y con la normativa vigente (los modos, la obstinación y casi hasta el acoso, es ya otro cantar). Pero, ¿qué ocurre con esa otra función que tienen encomendada y que está relacionada con la seguridad de la ciudadanía? ¿por qué después del cierre de locales a las 2,30h los coches patrulla desaparecen y no vuelven hasta las 4,00h horas, para la clausura del resto de establecimientos?.
Si verdaderamente la policía únicamente pretende verificar el cumplimiento de la normativa de horarios de los bares y pubs de copas dejando en un segundo plano la seguridad de las calles, creo que se estará perdiendo la perspectiva y tal vez empecemos a desconfiar de las palabras del señor alcalde cuando afirma que se trata de hechos aislados y que Burgos es una ciudad segura.
Sólo deseo que además de llenar las arcas con sanciones y proteger los derechos de los vecinos de la zona que merecen un descanso los fines de semana, esos efectivos policiales, que todos pagamos con nuestros impuestos, también se preocupen de otras muchas cosas que ocurren en las calles y de las que desde luego no son responsables los propietarios de los disco-bares.